El desapego es una
actitud frente al ego.
El egoísmo nos
impulsa cuando necesitamos poseer objetos, personas o ideas, fomentando el
fanatismo, la violencia, y el sufrimiento.
La renuncia es la
mayor arma que tenemos para enfrentarnos al mundo y sus atracciones con éxito,
considerando éxito el vivir en paz y felicidad.
Esta renuncia no
significa vivir en la pobreza, sino no apegarse a los objetos, a los
pensamientos y a los afectos.
Disfrutar de los
objetos sin necesitad de poseerlos, soltar, dejarlos ir, disfrutarlos sin
esperar nada mas.
También nos apegamos
a las personas, a los afectos. Ser desapegado no es ser indiferente ya que la
base del universo es el amor, pero amor desapegado, sin posesión del objeto de
nuestro amor ya que el amor es parte de nosotros mismos y de todo lo que existe.
El apego del ego a
la mente se manifiesta en la necesidad de tener razón, en el pensamiento
compulsivo, ese dialogo mental que todo el tiempo nos dice que le gusta y que
le disgusta, en una búsqueda permanente de placer tratando de repetir la
experiencia placentera y rechazando la que le desagrada.
Desapego de las
cualidades, de la atracción y el rechazo, de la necesidad de juzgar.
Los sentidos nos
empujan a la persecución de los deseos, cuando somos capaces de observar el
deseo, ser testigo de los pensamientos que lo provocan, ser consciente de las
sensaciones que producen y las reacciones que estimula y promueve.
Cuando logramos
permanecer como observadores de la mente, de los pensamientos sin
identificarnos con ellos, alcanzamos discernimiento y sabiduría.
Cuando renunciamos a
tener razón, a juzgar, a perseguir el placer, alcanzamos una paz interior que
nos permite percibir al ser y vivir en la verdadera dicha.
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