Esta es una
meditación muy hermosa y produce gran sensación de plenitud.
Con la repetición de
la práctica de esta meditación sentiremos que el amor universal se expande a
todas las personas y cosas en el universo.
Podemos encender un
incienso y poner música suave de fondo si nos gusta pero no es necesario.
Empezamos siempre
las meditaciones sentándonos en un lugar tranquilo en la postura que nos
resulte mas cómoda. No se aconseja hacer las meditaciones acostado ya que es
mas fácil que nos quedemos dormidos al relajarnos y esto no es el efecto
deseado en la meditación, sino la de lograr paz interior en estado consciente y
la expansión de la conciencia hasta alcanzar la supraconsciencia.
Cerramos los ojos,
hacemos 3 respiraciones completas y podemos invocar a la divinidad o maestro de
acuerdo a nuestras creencias.
Primero llevamos la
atención a la respiración, al aire que entra y sale por nuestras fosas nasales.
Cuando nuestra mente
esta en calma, visualizamos una pequeña luz dorada en el centro de nuestro
pecho a la altura del corazón.
Esa luz comienza a
brillar con mas intensidad y a expandirse.
La luz se
intensifica en cada inhalación y se expande en cada exhalación inundando todo
nuestro cuerpo de luz. La luz se va expandiendo mas allá de nuestro cuerpo
iluminando nuestra aura.
En el medio del
pecho brilla un gran sol dorado, idéntico al sol físico.
Concentramos nuestra
atención en esta imagen, y observamos las sensaciones que despierta.
Cuando aparecen
pensamientos los dejamos seguir de largo y volvemos a traer la atención al sol
interior.
Esta práctica
repetida diariamente desarrolla el amor incondicional a la divinidad o devoción
y nos une al amor cósmico.
Cuando lo sentimos,
traemos la tención al cuerpo físico, agradecemos a la divinidad o maestro y
abrimos los ojos.
Es una de mis
meditaciones favoritas, la practiqué mucho tiempo.
Espero que despierte
la misma devoción que despertó en mí.
Un abrazo y
namaste!!
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